"Sin traducción, no hay ninguna historia de la humanidad", señala la lingüista Astrid Guillaume, de la Universidad de la Sorbona de París. "Si conocemos las historias y culturas del mundo es sólo por las agencias de traducciones", explica.
Traducir viene del latín "traducere" que significa "hacer pasar de un lugar a otro". A continuación tres ilustraciones de estos "pasadores" al servicio de la diversidad lingüística.
De Bretaña al mundo
Originaria de una familia campesina de Finistère (oeste de Francia), en la que se hablaba bretón, Rozenn Milin habría podido ser traductora de sus dos lenguas. En cambio, optó por la salvaguardia de las lenguas raras del mundo con su proyecto Sorosoro.
Sorosoro es una palabra en araki -una de las múltiples lenguas del archipiélago de Vanuatu en Oceanía, con menos de 10 hablantes- que significa aliento, palabra y lengua.
El objetivo de este proyecto es preservar rastros sonoros de lenguas del mundo en peligro, yendo a filmar sobre el terreno a las personas que las hablan todavía y depositando esos documentos, después de traducirlos, en el Instituto Nacional del Audiovisual (INA), un organismo público francés de archivos audiovisuales.
Los traductores desempeñan un papel esencial en este proyecto, dado que transcriben horas de rodaje de historias, canciones o ceremonias rituales, explica Rozenn Milin. "Es un trabajo considerable y complicado" porque hay que encontrar hablantes que dominen también el inglés, el francés o el español para traducir las bandas sonoras en condiciones a menudo difíciles.
Traducir sin voz
En el mundo de los sordos, el lenguaje de los signos no es universal. "Existen tantas lenguas como países", explica Ronit Leven, vicepresidenta de la Federación Nacional de Sordos de Francia, que también es sorda e interpreta varias lenguas de signos.
Hay una lengua de los signos internacional (LSI), una especie de esperanto inspirada en varias lenguas de signos (sobre todo europeas) y que se utiliza en las reuniones internacionales.
"Pero nada es mejor que entender y expresarse en su propia lengua de los signos" asegura Ronit, que ejerce regularmente de intérprete de una lengua de los signos a otra en las reuniones internacionales.
Los signos a menudo no tienen nada que ver, incluso en las palabras más básicas. Por ejemplo, "papa" en el lenguaje de los signos francés se señala estirándose un bigote imaginario y en el estadounidense con un pulgar en la frente.
La inteligencia artificial al servicio de la traducción
La traducción automática tuvo durante mucho tiempo mala reputación debido a sus errores de interpretación o graves faltas de sintaxis. En su libro "Google-moi" (Googleame), la filósofa francesa Barbara Cassin contaba en 2007 cómo la frase bíblica "Y Dios creó el hombre a su imagen" pasado por el traductor de Google del alemán al francés se estabilizaba después de dos idas y vueltas en "Y el hombre a su imagen creó un dios".
Este experimento ya no es posible en la actualidad porque que la traducción obtenida con este mismo traductor automático es ahora "buena, coherente, consecuente", reconoce la autora en su última obra, "Eloge de la traduction" (Elogio de la traducción, 2016).
Una agencia de traducción debería seguir mejorando gracias a los progresos de la inteligencia artificial, en particular la aplicación del mecanismo del "deep learning" en el que la máquina aprende progresivamente e imita con sus "redes de neuronas artificiales" el funcionamiento de un cerebro humano.
Pionera desde hace 40 años de la traducción automática, la empresa francesa Systran (ahora propiedad de la surcoreana CSLi), lanzó a finales de 2016 un sistema de este tipo. Asegura que la calidad de la traducción obtenida, tras un "aprendizaje" de la máquina durante varias semanas es "cercana a la humana".
"Estamos al principio de una nueva era que abre buenas perspectivas en la comunicación multilingüe", se entusiasma el director técnico de Systran, Jean Senellart. (Fuente: AFP)
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