Chistes, ocurrencias, fuegos fatuos. No dicen nada y lo dicen todo. Van desde el lugar común al chispazo ingenioso; a veces enervan, otras hacen desternillar de la risa. Lo que sí parece claro es esto: tienen un rasgo que los convierte en un fabuloso barómetro para medir la opinión pública: su capacidad de hacerse virales. Si las mentiras que cuentan los políticos toman vuelo y dejan de persuadir a la ciudadanía, ahí habrá un meme que lo demuestre circulando sin control por Facebook y Twitter. Los memes son una advertencia para quienes navegan en el río de la política. Si van a mentir, háganlo bien, porque al primer desliz la lluvia de burlas será inmarcesible.
Lo ha comprobado recientemente Evo Morales, en Bolivia, con el entuerto de su amante negada y de su hijo muerto, que resultó estar vivo, y del pozo negro de corrupción que ocultaba el melodrama. Los memes ayudaron a echar por tierra la imagen de político limpió e inocentón que había mantenido en alto sus índices de popularidad. Y lo sabe Dilma Rousseff, que carburó el ingenio socarrón de los brasileños con el chanchullero intento de nombrar ministro a Lula. En uno de los memes más populares, el rostro de Lula aparecía en el cuerpo de Ariadna Gutiérrez, en plena premiación, comparando el errático proceder de Dilma con el desastroso descuido del presentador de Miss Universo. Ahora eres ministro, ahora ya no…
¿Quién hace los memes? Como ignorante en el tema, sospechaba que los partidos políticos tenían equipos de comunicación que se encargaban de ensuciar al rival con estos chistes cáusticos. Pero después de una conversación con un escritor boliviano, me di cuenta de que estaba cayendo en el error de culpar a fuerzas oscuras de todo aquello que no entendía. “Yo hice uno”, me dijo, “y mi novia otro, que tuvo un éxito enorme; ahora extrañamos los días del escándalo de Evo, por los memes”. Puede que los partidos políticos jueguen este juego, pero los memes, más que cualquier otra cosa, son una reacción espontánea de la sociedad civil a la actualidad política. Muy efectiva, además, por el efecto corrosivo de la ironía, que pone en primer plano lo que el político intenta mantener oculto. Inmediatos y chambones, son los herederos digitales del détournementsituacionista, el invento de agitación artística que por primera vez trastocó el sentido de las imagenes chistosas difundidas por la publicidad y los medios con añadidos gráficos o comentarios ingeniosos. No son un arma exclusiva de la izquierda o de la derecha. Los memes son de los dos bandos, de ninguno. Van contra el que miente desde el poder y asume que su electorado tragará entero cuanto le digan. O contra quien se odia, o contra el que se quiere deslegitimar, o contra el que da papaya. Graciosos e insultantes, revelan verdades y siembran más mentiras. Benditos memes, malditos memes. Cómo divierten; cómo hacen perder el tiempo. Cómo animan la discusión política; cómo la simplifican. Cómo alumbran, cómo engañan